Y las cadenas de mi corazón al fin se rompieron,
sometida a una voluntad ingobernable, las ignoré durante quién sabe cuánto…
Cedí a sus caprichos, hasta que un día alguien me preguntó con perfidia si estaba enamorada.
…fue entonces cuando el peso de las cadenas me dejó muda.
Me enfrentaba a una realidad lúgubre, me hice consciente de aquel peso invisible, fantasmal que me controlaba a la distancia, escondida entre las emociones más falsas y perversas.
Ya no podía seguir ignorándolas, las tomé y me caí en un abismo aplastada por el peso de las mismas…
Ya había estado en alguna oportunidad en ese lugar, sabía que ahí lo vería otra vez y fui a su encuentro.
Estaba esperándome,
…lo enfrenté,
…me enfrenté.
Sentí su sadismo tan altivo como de costumbre y mi amor, tan vulnerable como siempre…
Un amor que descubrí que ya no contenía pasión sino compasión,
y que al volver de aquel infierno había roto las cadenas.
Pude volver a la vida sin ataduras, ya no arrastro aquel peso invisible que me agotaba y no sabía que era.
A veces necesitamos de aquellas actitudes maliciosas para continuar…que sólo con un cachetazo logramos reaccionar y Dios, como buen Padre, lo sabe y te los pone en el camino…
Ahora puedo caminar con toda la experiencia del pasado sin su peso a cuestas.
Ahora puedo distinguir un futuro que antes no imaginaba._____________María Quaglia.